Hace año y medio estaba en el hospital disfrutando de una luna de miel con mi pequeña que me regaló una experiencia maravillosa y el primer paso del inicio de nuestra nueva vida.
![1374962_10152706492447195_496033013_n]()
Hace año y medio mis peques se conocían encima mía, en su entorno seguro y se acariciaban mientras compartían el pecho de su madre. Hace año y medio ya. Cómo pasa el tiempo. No ha sido fácil, el paso de un hijo a dos nos ha resultado duro sobre todo porque el hermano “mayor” solo tenía dos añitos cuando nació su hermana, pero de esto ya os hablaré más adelante si os interesa…Hoy quería compartir con vosotros el parto de Alicia. Muchas veces en la tienda, cuando vienen embarazadas, acabamos hablando de partos.
“Y así naciste…
Era viernes por la tarde y me dio la sensación de que perdía líquido amniótico y aprovechando que los abuelos estaban en casa y se podían quedar con Eduardo fuimos al hospital a asegurarnos de que estabas bien. Con tu hermano nos pasó lo mismo en la semana 34+5 y provocaron el parto, pero esta vez quería que fuera diferente. Empezábamos mal, nos dijeron que efectivamente tenía una fisura en la bolsa pero intenté que nos dejaran ir a casa a pasar la noche para dormir Eduardo, al que no me quitaba de la cabeza, con la esperanza de que te animaras a salir mientras tanto. Nos dijeron que por protocolo no podía ser puesto que había dado positivo el EGB pero conseguimos que nos dieran un margen de unas horas. Ganamos un podo de tiempo para la inducción y nos pusieron una dosis de antibiótico mientras Mariano, de Nuf, me hacía una sesión de acupuntura y nos fuimos a casa a cenar y a dejar dormido a tu hermano. Mientras todo esto sucedía muchísima gente pensaba en nosotros, encendía velitas para que todo saliera bien y nos mandaba energías y mucho cariño. A las dos horas, a la una y media de la madrugada del sábado volvimos con todo listo para recibirte y emocionados por el cariño de familia, amigos, la tribu…Me sentía arropada, segura. Nos pasaron a una habitación enorme en la zona de paritorios. Mi idea era dar a luz, o al menos estar durante la dilatación, en la bañera que tienen en el hospital pero nos dijeron que teníamos que esperar a ver cómo reaccionábamos a las prostaglandinas. Papá y yo pusimos musiquita relajante y nos trajeron velas…Me dijo Beatriz, una de las matronas, que me iban a hacer un tacto pero les pedí que no lo hicieran pues ya me habían hecho uno por la tarde y tenía el cuello totalmente en posterior y permeable y no había tenido ninguna contracción significativa desde entonces como para pensar que algo hubiera cambiado.
A las tres y media nos pusieron la siguiente dosis de antibiótico y el propes. Nos pusieron monitores y nos dijeron que tenía que estar dos horas en la cama esperando. Apagamos todo e intentamos descansar. A la hora de estar así desperté a papá pues estaba muy incómoda…empezaba a dolerme la espalda y de vez en cuando me venía algún pinchazo acompañando una contracción. Necesitaba compañía y mimos y eso me dió. A la hora ya no podía más y me dejaron levantarme. Nos habían dicho que si el propes no hacía efecto a las cinco y media nos subían a la habitación y yo estaba convencida de que, como con Eduardo, el propes no me iba a poner de parto pero sí hacerme pasarlo mal. Los monitores me agobiaban, se perdía la señal continuamente, y empezaba a estar helada con el camisón del hospital. Nos dijeron que aún no podía subir a planta porque llevabas dormida un rato y no podíamos irnos hasta que mostraras actividad durante un rato más. A las 6 de la mañana me dió el bajón, empecé a dudar de mis fuerzas.El cansancio y la falta de confianza empezaba a hacer mella y me eché a llorar. Miré el móvil y me acababa de escribir Sara, nuestra doula que, como si hubiera una conexión mágica, siempre me escribía cuando me pasaba algo. “Voy para allá” dijo en cuanto me oyó la voz. Eva se acercó a ver cómo íbamos. Las contracciones que me daban ya dolían bastante, pero seguía convencida de que no estaban haciendo nada y que estaba pasándolo mal para nada, me veía con oxitocina y pidiendo la epidural como había pasado con Eduardo puesto que esas contracciones ya dolían mucho y “no eran de verdad”. Eva me estuvo dando ánimos, solo su presencia me reconfortaba, y pedí que me quitaran los monitores y ponerme mi pijama, pues estaba con una manta tapada helada de frio sentada en la pelota. Pilar, otra matrona, me dijo que si quería una colchoneta al ver que el cuerpo me pedía estar de rodillas.
Serían las siete de la mañana cuando me puse mi pijama, ya sin monitores, y me trajeron una colchoneta y de rodillas con el pecho en la pelota agarrando la cama me relajé y empecé a llevar las contracciones mejor. Pusimos la música, llegó Sara, y la cosa empezó a ponerse interesante. Estaba concentrada en sentir, en respirar y descansar entre contracción y contracción. Las contracciones eran mucho más intensas y seguidas que las de antes pero las llevaba mucho mejor. Nos trajeron un saquito de semillas y el calor me aliviaba un montón. Cuando me daba una contracción Sara me daba masaje y presionaba en la espalda. Cuando les hacía algún comentario que me sacaba de mi concentración, me dolía el triple la siguiente contracción así que opté por no distraerme. Hubo un momento en que me levanté a abrazar a papá, que estaba acompañándonos y viviendo esta experiencia tan conscientemente. Sara notó que a partir de ese momento las contracciones empezaron a ser más fuertes y regulares, y confiando en las cosas que nos hacen segregar oxitocina de manera natural, empezó a turnarse con él para darme masaje y acariciarme en las contracciones. Me ofrecían agua y si alguna matrona entraba les preguntaba directamente a ellos de manera que yo pude estar a mi bola conectada contigo todo el tiempo. Te hablaba, te expliqué que eso que sentías eran contracciones y servían para guiarte. Que tenías que ir bajando para salir y estar juntas, y llegó un momento que empecé a notar cómo bajabas. “Creo que Alicia lo está pillando” murmuré, y empecé a animarte en cada contracción. Ahí empecé a pensar que quizá esas contracciones sí habían sido de verdad a pesar de que las estaba llevando tan bien. Estaba incluso disfrutando sintiéndolo todo ¿era eso posible? Todo lo que había leido en blogs sobre partos respetados, las experiencias de las epeneras, los videos de youtube…era real! se puede! podemos!. En seguida las contracciones pasaron a ser más fuertes, ya no me bastaba con respirar, me salía un AHHHHH super profundo y apretar me aliviaba. ¿Me aliviaba apretar? No podía ser, seguro que eran paranoias mías. Se lo dije a Sara que me dijo “Natalia, ¿te parece que quitemos los pantalones ya? Y entre Juan Carlos y ella me desvistieron de cintura para abajo. AHHHHH, cada vez eran más seguidas y eso que las anteriores me daban cada tres o dos minutos. Con Eduardo, me dijeron que empujara cuando estaba completa y al segundo empujón me dijeron “ya está aquí” y esta vez, al llevar varias contracciones en las que había apretado y que “no estuvieras ahí” me hizo dudar de mi. “No sé empujar, no voy a poder” Sara me decía “Claro que sabes, haz lo que te pida el cuerpo” pero mi inseguridad me hacía sentir miedo y no me podía relajar entre contracciones como antes.
Serían las nueve y media cuando vino Asun, la matrona del siguiente turno y empezaron a preparar cosas, a cambiar los empapadores de la colchoneta que estaban llenos de líquido pues unas contracciones antes había roto la bolsa, a ver cómo iba…Me terminé de desconcentrar. “¿Qué tal estás?” me preguntó, a lo que contesté que no sabía empujar, que estaba empujando y no servía de nada. “Bueno, es que a veces lo forzamos…empujamos sin que haya llegado el momento” Dios mio, eso me estaba pasando…estaba forzando, seguro que no era el momento y me había flipado. Me entró el pánico de pensar que me quedaba mucho todavía, que no iba a poder aguantarlo, que no tendría fuerzas de empujar llegado el momento pues llevaba toda la noche sin dormir y pedí la epidural. Ya había llegado a un punto de gritar en cada contracción y morder el colchón de la cama. No podría estar así mucho tiempo, y encima estaba dando el espectáculo, pensaba. “Llama al anestesista” sollozaba. La matrona me dijo “¿no quieres probar el gas?” y le dije que bueno. Lo trajeron y me explicó cómo funcionaba. Le escuchaba a duras penas, no era capaz de relajarme entre contracciones y el dolor era casi constante, había perdido totalmente el control. Chupé lo del gas y me giré a morder el colchón que me resultaba mucho más efectivo. “Llama al anestesista, quiero la epidural!!! me da igual que sea tarde!! por favor, por favor!” “lo siento” dije mirando a Juan Carlos y Sara “no puedo” No quería ponerme la epidural, no quería, pero dudé de mí, dudé de tu capacidad para nacer y la mía para parir. Salió ese miedo y esa desconfianza en nuestros cuerpos que tan interiorizado tenemos y me sentía fatal pero quería disfrutar del parto como lo había estado haciendo hasta hacía un rato, y me daba miedo que ese dolor me agotara para el expulsivo. Estaba tan bloqueada que llegó Eva y comentó que eras rubia y con poco pelo pero yo no procesé esa frase hasta mucho después…Si en ese momento la hubiera asimilado creo que hubiera podido volver al centro. Asun me dijo, “¿Y no quieres probar en la bañera antes de llamar al anestesista?” Ellos solo querían ganar tiempo, sabían que quedaba poco pero a mi no me llegaba ese mensaje, estaba bloqueada. ¿Bañera ahora? ¿cómo querían que me cambiara de habitación si no podía ni levantar una rodilla del suelo entre contracciones? ¿Y si tenía opción de meterme en la bañera…cuánto tiempo así me quedaba? “Noooooooooooo, llama al anestesista” quería matarla, “estamos perdiendo mucho tiempo” le dije. “Bueno, pero primero déjame que te mire un momento” Y ahí pensé, Alicia tiene que estar aquí, siento cómo se me abomba el periné cuando aprieto, ¿cómo no lo ve esta mujer? Y como quien lanza un órdago apreté con todas mis fuerzas en la siguiente contracción cuando se colocó detrás mio. O veía la cabeza o me iba yo a por el anestesista.. Y entonces sacaste media cabeza. “Espera que me estoy poniendo los guantes!” dijo Asun, pero me quemaba y le pedía que tirara de tí, que te sacara! entonces vino otra contracción y al empujar sacaste el resto de la cabecita, y en la siguiente saliste entera y dejó de dolerme todo. No me lo podía creer, yo tenía razón, te sentía a tí! no eran paranoias! Te cogí corriendo de entre mis piernas y te pedí perdón mil veces. Sentía tanto haber dudado de tí! Haber perdido el control…Vi a papá y a Sara llorando y yo no paraba de mirarte y de decirte lo siento. Casi lo tiro todo por la borda, tú lo estabas haciendo tan bien! Lloro ahora al recordarlo, me diste otra lección. Lo habíamos conseguido! Lo habíamos conseguido! ya estabas en mis brazos…”
Recordándolo ahora me sigo emocionando y también me da la risa recordando la conversación de Asun y cómo pretendía tranquilizarme y que no pensara en el dolor para ganar tiempo porque veía que estaba ya a punto y cómo mi cabeza procesaba lo que le daba la gana. Recuerdo con mucho cariño a Mariano y Sara que se desvivieron para acompañarnos, a Eva con la que había bromeado sobre ponerme de parto en sus guardias, a Bei con la que casi comparto jacuzzi, y a todos los profesionales del hospital que nos atendieron tan bien. Recuerdo la cantidad de mensajes y velitas que recibimos cuando avisamos de que habíamos fisurado la bolsa y me siento muy afortunada. Y pienso en la carita de Alicia, sus ojos profundos mirándome y ese piel con piel en el que nos sumergimos.
Gracias mi niña por cada sonrisa, cada abrazo, cada beso y cada minuto de porteo que me has regalado en este año y medio. Te quiero
![561198_10152336991397195_1233841153_n]()