¿Cuántas veces hemos oído la frase “no lo cojas tanto que se malcría”? Y es que vivimos en una sociedad que parece buscar la autonomía del individuo desde su más tierna infancia, obviando que somos seres sociales, con instinto gregario y necesidades de contacto muy fuertes.
Estas necesidades de contacto y de vínculo se manifiestan sobre todo en los bebés durante sus primeros meses de vida, desde recién nacidos. EL grado de satisfacción de esa necesidad condicionará en gran medida su manera de enfrentarse a la vida adulta.
Este vínculo emocional que establece el bebé con su cuidador principal , preferiblemente la madre* en la primera etapa, influirá en su estabilidad emocional futura. Es lo que se denomina apego.
El apego, estudiado fundamentalmente por Bowlby y Ainsworth durante el siglo pasado, puede ser seguro o inseguro. Lo ideal es que los bebés desarrollen con sus padres un apego seguro en el mayor porcentaje posible. Los apegos inseguros van a producir en el bebé hostilidad e incapacidad para tener relaciones saludables en su vida adulta.
Lo ideal es conseguir un apego seguro y para ello están diseñados los mecanismos biológicos, neurológicos y endocrinos de interacción del bebé con su madre*. El bebé no busca los brazos por estar “malacostumbrado” sino todo lo contrario, es su instinto el que le pide estar cercano a la madre, que le da alimento, consuelo y protección, afecto y estimulación.
La atención constante a las necesidades del bebé (físicas y emocionales), la presencia física, el contacto, la disponibilidad emocional de la madre para atenderlas de buen grado son factores clave para establecer y mantener el apego seguro.
Aparte de los mecanismos biológicos “de serie” para establecer el vínculo, hay otras prácticas favorecedoras, como son la lactancia materna a demanda, el colecho y el porteo.
El porteo se convierte así en una herramienta facilitadora de la consecución de ese vínculo emocional seguro que permitirá que el niño desarrolle una personalidad equilibrada. El porteo, además de facilitar el contacto físico constante con el bebé, ayuda a la comunicación entre bebé y cuidador, ya que los signos de necesidades del bebé (hambre, sueno, etc.) se detectan antes y no es necesario que el bebé llore y genere estrés.
Entonces, vamos a olvidar la palabra “malcriar” asociada a coger a nuestros bebés, porteándolos estamos contribuyendo a su bienestar presente y futuro y nada ni nadie debe interferir en esa búsqueda del bienestar.
* Hablamos de la madre como cuidador principal porque es la persona biológicamente preparada para atender al bebé en todas sus necesidades. Por supuesto, el padre y otros cuidadores también pueden establecer una vinculación con el bebé en otro grado.
Cuando no es posible la vinculación con la madre, lo ideal es que haya una figura maternante con presencia estable en la vida del bebé con la cual establecer ese apego seguro.
Para saber más:
http://www.craneosacral.org/INFANCIA/apego.htm
http://www.psicologia-online.com/infantil/apego.shtml
http://rosagonzalezlana.blogspot.com.es/p/tipos-de-apego.html