Os contaba hace unos meses mis primeras veces relacionadas con mis peques. El viernes Eduardo cumplió 4 años y Alicia cumplirá 2 años así que llevo unos días en modo “remember”. De lo que más me acuerdo últimamente es de los comentarios de la gente cuando empecé a usar portabebés o cuando se enteraban de que Eduardo dormía en mi cama. “Vas a tener que llevarlo en brazos hasta los 6 años” “¿otra vez teta?” “No va a salir nunca de tu habitación”…Seguro que os suenan.
Es cierto que en cuanto a crianza me he mantenido firme y segura haciendo lo que nos pedía el cuerpo en cada momento, haciendo oídos sordos a opiniones que no había pedido y que sabía provenían de la desinformación. Fue importante el apoyo de otras madres (Lactard, mi tribu…) que te ayudaban a encontrar información, a desahogarte…que reían o lloraban contigo y esencial el apoyo de Juan Carlos con quien tengo la suerte de compartir forma de pensar en este tema.
Pero últimamente estoy muy enfadada con esas personas que auguraban esas cosas porque ¡me mentían! Ya sabía que no era cierto lo que decían, o al menos yo no lo veía como inconvenientes la verdad. Pero ahora, reconozco que me gustaría que hubieran tenido algo de razón. ¡Ya no tengo bebés! Tanto Eduardo como Alicia dejaron de pedir tantos brazos cuando entraron en su fase exploradora. En la tienda a veces quería ponerme a Alicia en un portabebé para explicárselo a alguna familia y se negaba ya con un año.
Todo llega, como decía la entrada del blog de Tigriteando y de pronto te das cuenta de que tu peque de 4 años lleva meses que no pide teta, y te echa de la cama porque quiere dormirse solo. Un día te quieres poner a tu hija de año y medio en la mochila y se enfada porque quiere salir corriendo. Una tarde te vas a trabajar y tus niños te tiran besos con la mano en lugar de pedirte que no te vayas. Una noche te percatas de que has podido ver una película entera de principio a fin sin que se despierte tu bebé.
Ahora tus peques prefieren ir al parque a venir a verte a la tienda y eligen irse a la calle a jugar aunque tú te quedes en casa. No es siempre, al menos en el caso de Alicia que me sigue buscando si está muy cansada o llevamos un rato separadas pero tras el super abrazo inicial cuando llegas de trabajar, pueden seguir jugando mientras te cuentan lo que han hecho y tú te pones cómoda.
Han sido 4 años intensos en los que he sido madre, y solo madre prácticamente. El último año sobre todo, en el que profesionalmente me he sumergido también en la maternidad. Pero ahora estoy en otra etapa, que también llega. La de ser Natalia, mujer, a ratos. Y hay momentos en los que estoy solo yo, reencontrándome. Y ya no me separo solo de mis peques para trabajar, si no que he encontrado una actividad de ocio que practico semanalmente y me ayuda a cargar pilas, a estar conmigo misma. Ha fluido todo llegando los tres a la vez a ese momento de “autonomía” y a pesar de la pena y las dudas iniciales, estoy disfrutando de este equilibrio.
Puedo disfrutar de varias horas de sueño seguidas, que aunque no es toda la noche, reparan. Puedo ducharme sin prisas sabiendo que mis hijos están jugando en el salón con su padre. Vamos en el coche charlando o escuchando música sin tener que buscar un sitio para parar a dar teta. Desde hace un par de meses incluso se quedan algún rato con los abuelos y podemos dar una vuelta o tomar algo juntos, porque renaces tú mujer, y renace también la pareja.
En noviembre pasé unos días de agobio, lo compartí con vosotros en la entrada “Soy madre, soy hija” en los que sentía a ratos la necesidad de renunciar a mi faceta de madre. Tras esos días en los que estuvieron mis padres de apoyo en casa, todo empezó a recolocarse. Parece contradictorio pero en mi caso, y llegado el momento en el que he visto a mis peques preparados, dejar de ser madre en algunos momentos me ha convertido en la madre que quiero ser, y que disfruto siendo.
Todo llega, de verdad, sin necesidad de forzar nada. Cuando parezca que no puedes más recuérdalo y respira. Deja que fluya.